Nuestra Ley Nacional de Vivienda, aprobada hace más de cincuenta años, fue maravillosamente pionera en su época y todavía hoy sigue siendo un instrumento fundamental para la vivienda social, del que por cierto los demás países de la región, y muchos del mundo, todavía carecen. Sin embargo, aun reconociendo esa fortaleza, todas las cosas buenas son perfectibles y, sobre todo, necesitan adaptarse a realidades que pueden ser cambiantes, y que ahora lo son aceleradamente.
Estas consideraciones vienen a cuento porque algunas de las disposiciones que la ley contenía y aún contiene, responden a condiciones que hoy en día han variado, y al no ajustarse -o al menos flexibilizarse- ya no se corresponden con las necesidades actuales, o, incluso, pueden ser un obstáculo para alcanzar mejores soluciones. Esto se puede aplicar a muchos aspectos de las viviendas, pero vamos a analizar en particular el que tiene que ver con la superficie de las unidades y la asignación de tipologías con base en el número de dormitorios que se considera necesario.