A través de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República, los y las docentes de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU, Udelar), Mary Méndez, Santiago Madero, Martín Cajade y Pablo Canén, junto a colaboradores como María Noel Viana, Belén Espalder, Victoria Beledo y Marcela Hernández, presentaron el resultado de una investigación que conllevó tres años: Casas Comunes.
La publicación de este libo suscita interés en diversas autoridades y profesionales especializadas en el tema. Durante su presentación, en la terraza de FADU, estuvieron presentes autoridades universitarias, gubernamentales y comentaristas de otras disciplinas y países. Al mismo tiempo, la promulgación y publicación de Casas Comunes contó con el apoyo de diversas organizaciones civiles y sociales, entre las que se encuentra FUCVAM y el programa de vivienda sindical del PIT-CNT.
El primer expositor fue el decano de la Facultad, Marcelo Danza, quien comentó la seriedad y el aporte del libro al saber. Por su parte, la politóloga y docente de la Facultad de Ciencias Sociales, Altair Magri y el arquitecto argentino especializado en temas urbanos, Adrián Gorelik, analizaron su contenido. Al mismo tiempo, el director del Departamento de Desarrollo Urbano, el arquitecto Martín Delgado, quien también prologó el libro, destacó la importancia de la investigación y el rol de “socio estratégico” que la comuna montevideana encuentra en la Universidad de la República.
La investigación se realizó entre 2021 y 2022, el proceso de escritura y ordenamiento documental finalizó un año más tarde. Tras tres años de trabajo, el libro describe desde las primeras experiencias de la construcción de vivienda para los y las trabajadoras, como política instalada por los dueños de las fábricas hasta por qué existen barrios con “jardín” con“patios” y de “bloques” o por qué existen las “unidades vecinales”.
Casa Comunes parte de una base: “la idea de casa y la idea de comunidad”. O, como se cita en el prólogo del Instituto de Historia de FADU, la investigación inicia desde un concepto instalado por el politólogo Carlos Vaz Ferreira: “habitar en la tierra, sin precio, ni permiso”.
“Las casas comunes que aquí se visitan pueden ser, pues, evaluadas bajo este imperativo: unas han creado el lugar del otro entendiendo de veras como sujeto, otras solo han extendido vastos mares de calamidad y anomia”, evalúa, en síntesis, el Instituto.
La ilación histórica
A partir de todos los episodios históricos, el libro Casas Comunes, construye la historia sobre los métodos y contactos de la arquitectura y la política en torno a la vivienda social: una necesidad que aumenta al igual que las ciudades.
Invitada como presentadora de libro la doctora en Ciencias Sociales, magíster y licenciada en Ciencia Política, investigadora y docente del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República, Altair Magri, destacó y agradeció el hallazgo de las raíces de ciertas “lógicas” urbanas que aún hoy son parte de la ciudad.
“Agradezco su trabajo, porque el tema de vivienda fue estudiada interdisciplinariamente y como una política de Estado aplicada a partir de diversos actores sociales. Desde mi área de conocimiento, que es la Ciencia Política, este trabajo es un gran aporte”, destacó Magri.
Al mismo tiempo, la doctora en Ciencias Sociales reconoció que al hablar de “casas”, la descripción arquitectónica que las políticas estatales, también se desentendió de lógicas de mercado que “también tuvieron su anclaje en el Estado”.
“Hablan de casas porque no es la estructura física, es un concepto social, personal, donde la vivienda es la que ancla al individuo, a la familia, la casa implica un concepto cultural. No es solo funcional, comprende la vida y la importancia de asignar una vivienda. Durante todo el camino, el libro toma a la casa como concepto, pregunta y trata de dilucidar determinadas significancias, así como la construcción edilicia de esas casas”, describió Magri.
Para el arquitecto e historiador urbano argentino, Adrián Gorelik, “Casas Comunes” construye “una narrativa con cronologías, en una historia vertiginosa de variantes que unen tanto morfología como historia”.
En este sentido, Gorelik analizó la estructura del libro y anunció que la investigación se presentaría ante el lector con “una capacidad ordenada en donde los autores dan con un nudo que se desenlaza en la técnica del arte, la ciudad y la cultura”.
Al igual que Magri el arquitecto argentino destacó que si bien los y las investigadoras son “sensibles a la arquitectura”, en el libro se construye un “arco de discursos disciplinares que van afectando tanto a las variables como a la arquitectura misma”.
“La vivienda, en el corazón de la disciplina, va produciendo algunas definiciones dentro del ensamblaje temático”, sostuvo Gorelik, para luego indicar que al organizarse de un “modo inteligente” la arquitectura va presentándose a través de “tipologías arquitectónicas”, como patios o jardines así como “experimentos institucionales y apuestas urbanas dentro de la historia de las viviendas sociales”.
Y si bien la narrativa e investigación del libro apuntan a la “casa”, en algunos episodios históricos se describen, según el arquitecto argentino, desde comunidades construidas con el método de “unidades vecinales” hasta la identificación de la “anomia” y el desorden de la “metrópolis”.
La política de la vivienda social: el tardío rol del Estado
Hacia finales de 1930, 120 mil personas vivían en 600 asentamientos rurales informales y a los bordes de las ciudades y la capital. En Uruguay el primer constructor de “viviendas sociales”, o de las “casas comunes” para los y las trabajadoras, fue el dueño de la fábrica.
“Los primeros impulsos fueron aislados y de carácter paternalista provinieron de patronos, benefactores y filántropos”, se informa en la presentación del libro para luego iniciar la primera “dilación episódica” e histórica de la investigación.
Las primeras intervenciones reales del Estado datan de 1920. Como ejemplo, un conjunto de la Teja, barrio de fábricas, de 98 unidades que se vendieron a través del Banco Hipotecario.
Al mismo tiempo, la Intendencia de Montevideo comenzaba con sus primeras experiencias y se construyeron algunos barrios jardines, como el de Peñarol que data de 1924.
A partir de 1930, comenzó a aparecer el Estado como creador de viviendas, y en 1934 lo consagró como derecho en la Constitución. A partir de las comisiones de vivienda obrera, organizadas dentro de los barrios construidos alrededor de las fábricas, nació el Instituto Nacional de Viviendas Económicas (INVE), bajo la órbita del Ministerio de Obras Públicas (MOP).
El ordenamiento territorial empezó a construirse como política pública en 1956. A 30 años de ya construidos algunos barrios por decisión estatal o empresarial, en zonas aledañas a las fábricas, la Intendencia de Montevideo creó cinco unidades vecinales: Buceo, Casavalle, Cerro, Reducto y Malvín.
Estas cinco unidades vecinales, que hoy son barrios, comenzaron a pensarse para “mejorar las condiciones de habitación de los sectores populares” y para dimensionar “la mancha urbana” creciente en la ciudad.
El cooperativismo de vivienda se comenzó a desarrollar ya cuando la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), estructuraron la institucionalidad para desarrollar, en 1968, tras la promulgación de la Ley Nacional de Vivienda, el primer Plan Nacional de Vivienda del Uruguay.
Entre 1969 y 1973, comenzaron a concretarse las cooperativas. El golpe de Estado cortó abruptamente con el desarrollo de las políticas de vivienda. En 1990 se retomó la actividad estatal en construcción de viviendas para personas de menores recursos, con la instauración de los “núcleos básicos evolutivos”. Se menciona la presidencia de Jorge Batlle, la incidencia de las viviendas promovidas en 2011 y la incorporación de diferentes lógicas del mercado en las políticas estatales. También se menciona la incidencia de las organizaciones populares dentro de las políticas, quienes también aportaron a la publicación del libro, como FUCVAM, la vivienda sindical y los planes de vivienda desarrollada durante los gobiernos del Frente Amplio. En síntesis, se muestra la vida de la comunidad dentro de la “vasta anomia de calamidad” de la urbe montevideana.