Si bien Cristina Silva es nieta, hija y sobrina de empleadas domésticas radicadas en el Cerrito de la Victoria, hoy ve el atardecer en su apartamento en Ciudad Vieja. Se define más cooperativista que abogada. Como militante afrofeminista porta con orgullo el rol como presidenta de la Casa de la Cultura de la Cultura Afro. “Visibilizar lo invisible, es, justamente, parte de nuestra Historia”, asegura la abogada.
Creció en el Cerrito de la Victoria. Su madre era empleada doméstica y su padre hacía changas en el puerto. Tiene dos hermanos, su hermana mujer, jefa de hogar, también es cooperativista, vive en el cuarto piso de UFAMA CORDÓN y su hermano aún vive en Cerrito, ambos muy involucrados con todos los temas de lucha cultural y social.
Fue madre con 39 años. Primero terminó su carrera. La que realizó trabajando y viviendo en un apartamento en el Centro. Trabajaba para mantener sus estudios. Cuando fue procuradora. “La maternidad quedó relegada porque tenía que estudiar y hacer otras cosas en la vida”, puntualiza para luego informar: “fue por parto natural, muy lindo, fue una hija deseada”.
Luego aclara que si bien mantiene un buen vínculo con su expareja, actualmente está separada, solo vive con su hija Sofía, de 16 años de edad “Nunca nos casamos porque, yo siempre digo, el Estado civil de soltera es irrecuperable”, bromeando.
Como militante de Mundo Afro, y habiéndose conformado una cooperativa de vivienda entre sus integrantes en 2008, comenzó asesorando a la misma, ya embarazada de Sofía. La idea de recuperar por una cuestión de identidad, un pedazo de su tierra, en el centro de la ciudad donde vivía la población afro hasta la Dictadura, fue siempre parte de nuestra lucha. De alguna forma disputaba con FUCVAM tierras céntricas; desde mi perspectiva la unión hace la fuerza y el afiliarnos a FUCVAM no hace que nos releguemos nuestra lucha como afrodescendientes, somos orgullosamente afors y cooperativistas.
Cuando Cristina comenzó a asesorar a UFAMA estaba embarazada de Sofía, quien hoy es una adolescente de 16 años. Poco a poco se empezó a involucrar para obtener su propio derecho a la vivienda, como una socia más. Hasta que por imprevistos con la Dirección de la cooperativa tuvo que involucrarse más de lo que tenía pensado, primero como fiscal en 2019 para luego asumir como presidenta electa por dos periodos desde junio del 2020 hasta abril del 2024. Este edificio de dos ascensores, con unidades que tienen vistas a espectaculares atardeceres al puerto, comenzó a ser habitado en diciembre del 2023.
Tras vivir esos primeros pasos de militancia en una cooperativa de ayuda mutua con 44 núcleos, asume que es una experiencia muy rica “porque convivís” con diversidad de personas. Además de pertenecer a una grupalidad con su buena carga de reparación histórica: “nuestras casas se definen antirracistas y feministas, porque estamos en el Municipio B, que también se define antirracista feminista”.
En los edificios de la cooperativa por ayuda mutua UFAMA viven muchas mujeres afros que han podido no solo construir su vivienda y “empoderarse” con firmeza ante la vida. Y para Cristina este es un punto clave: “el techo es fundamental, esa es una lucha que tenemos que dar todas las mujeres, porque te da independencia, aprendes muchas cosas de la vida, de esto de ser persistente, de seguir adelante, de superar obstáculos y todo por tener un techo para vos y para tus hijos”.
¿Cómo describirías la realidad de las mujeres y/o incidencias que conviven contigo en la cooperativa?
Es una realidad en construcción todos los días. A mí me parece particularmente que tendríamos que apostar más a la unión. A veces no nos unimos lo suficiente en varios aspectos de la vida. Capaz es porque venimos de un proceso de cuatro años de obra, donde tuvimos que hacer 21 horas semanales, luchar por mantener y sostener la familia como podíamos, estamos agotadas y cada una puerta adentro, falta socializar.
Estimo que nos tendríamos que unir más, hablar más, estar más juntas, un montón de cosas que pasarían por ahí.
¿Qué destacarías de tus compañeras dentro de la cooperativa?
El apoyo. El decir, nunca te rindas, vamos para adelante, se puede. Y si hay un problema, le buscamos la forma de solucionarlo entre todas. Lo colectivo siempre aporta. El estar trabajando con otros, el compartir con otros, ver realidades distintas, moverte, te mantiene como despierta de la cabeza también y te forma el corazón.
¿Cuál es el espacio que más se utiliza en común entre las mujeres por exigencia de la cooperativa?
En esto que decía que no hay comunicación y que no hay unión, es porque no logramos dentro del proyecto un espacio que fuera para compartir. Esta cooperativa tiene la particularidad de ser edificio. No tiene espacios verdes, aunque sí tenemos la placita enfrente, sacamos con algunas veces un parrillero, pero dentro de la cooperativa como que no hay un espacio de disfrute. Esa es la realidad.
Después sucedió que en un espacio que era para compartir y de disfrute, terminó en una situación de violencia.
¿Cuál es el espacio que más utilizas dentro de tu cooperativa?
Esta ventana (señala en dirección al ventanal en el cual se observan las grúas del puerto y algo de la bahía del Cerro).
¿Por qué?
Tengo una vista espectacular, me permite ver atardeceres fantásticos. La luz que brinda es maravillosa. Desde mi cuarto tengo la misma vista. Eso también, despertarte y ver ese cerro, el agua y todo lo demás, es divino. Ese contacto a mí me hace mucho bien.
¿Cómo te definirías como militante?
Militante de la vida. Soy una luchadora de la vida, vengo de un contexto bastante complicado, me costó mucho estudiar, pero con mucho esfuerzo pude salir adelante. Con una familia que si bien es pobre económicamente, siempre me dio para adelante.
Milito por la vida, en los espacios que en los que me siento identificada. Como la Casa de la Cultura Afro, como en Mundo Afro. Siempre estoy dispuesta a dar una mano en todo lo que puedo en la cooperativa. Me llaman y saben que estoy para dar una mano en la medida de mis posibilidades.
¿Qué le dirías a una mujer que quiere empezar a formar parte de una cooperativa?
Que lo haga porque es una experiencia maravillosa. Es una forma de conocerte y exigirte. Ver después el fruto de que realmente pudiste y lo lograste no tiene precio. Son procesos largos, que los tenés que tomar como procesos, porque no es de un día para el otro que tienes tu casa. Hay que tener paciencia, perseverancia y, sobre todo, empatía por el otro.
¿Tenés algún objeto o espacio que represente tu lucha?
La cooperativa en sí misma, porque le puse mucha pasión, muchas horas de trabajo, pero no solamente de trabajo físico, de reuniones, de obras, de tratar de buscar la vuelta, de ver cómo llegamos. Cuando me conecté con FUCVAM el movimiento afro, o Mundo Afro, tenía como una cuestión de que FUCVAM era privilegiado en la asignación de tierras. Esta cooperativa tiene como sustento los desalojos en época de Dictadura. Y queríamos volver. No por desmerecer Cerro Norte o Casabó, pero pertenecer acá era nuestra lucha por la identidad.
En el intercambio con FUCVAM, al final, terminamos compartiendo ese sentimiento arraigado que produce el cooperativismo, que es algo muy importante. Y no perdimos nuestra identidad por pertenecer a la Federación.
Está bueno esto de ser más abiertos, tener una cuestión de identificarte con otras cooperativas, de interactuar. El intercambio es muy bueno.
¿Qué es para vos el 8M?
El 8M es una forma de visibilizar y marchar con nuestras hermanas. En mi caso particular, trato de siempre marchar con colectivos o con amigas o con gente con la que realmente sé que estoy espalda con espalda.
En los últimos años, he marchado con Chabela Ramírez, una amiga, y siempre marchamos en el bloque antirracista.
El 8M es salir a la calle, es decir, acá estamos, estamos presentes, estamos dando batalla. Y es un espacio que se logró después de mucho tiempo.
No tengo más consultas, no sé si tú querrías agregar algo que te parezca relevante.
Sí. Quería decir que nosotras las personas afros venimos de situaciones de origen en la esclavitud. Después de la esclavitud que vivimos, nos llegó la “libertad” a través del trabajo doméstico. Como una continuidad de la esclavitud. Sin mejoras en la escolarización. Y creo que en eso se distinguen los afrofeminismos, no quiero estar en una queja constante, pero mi abuela fue del servicio doméstico, mi madre y mi tía fueron del servicio doméstico. Y hay que hacer un quiebre y reconocerlo. Porque es por ellas que estamos acá.