LAS PRUEBAS DEL TERROR
Nuevo hallazgo en el Batallón n.º 14 confirma el uso de la cal como método de enterramiento clandestino
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Foto: Equipo Comunicación de FUCVAM

Pasados cinco minutos de la una de la tarde, el pasado 30 de julio, el Grupo de Investigación de Antropología Forense (GIAF) halló un cuerpo a 170 metros de dónde se ubicó a Amelia Sanjuro y a otros 100 del “Punto G” señalado, en 2005, como el lugar de enterramiento de María Claudia García, madre de Macarena Gelman.

Los dedos aún están incrustados en la losa de cemento, cal y pedregullo que los perpetradores colocaron encima del cuerpo. El cráneo tiene roturas, pero aún no se puede determinar si son producto de la tortura, del asesinato o el desplazamiento de la losa. Hay restos de una camisa que, tal vez, algún familiar pueda identificar o pueda dejar registro de la época en la que se produjo o, también, inducir si alguna rasgadura coincide con la herida del cuerpo.

La fosa clandestina está del lado del monte de robles, plantado en 1977, y a unos diez metros del arroyo Meireles. Su profundidad es de noventa centímetros. La losa estaba ubicada a los 60 centímetros, y entre medio del cuerpo y esta, se encontró la tapa metálica de una bebida.

La utilización de la cal, según hipótesis que maneja el grupo de antropólogos, se debe a que en el pasado las técnicas de identificación de un cadáver se realizaban por el rostro o por dactilografía, pero hoy es ese mismo material es el que “permite conservar el material genético de los huesos”, según indicó la coordinadora del GIAF, Alicia Lusiardo. Sobre la tierra negra y blanda de la trinchera 892, la coordinadora del GIAF, relató a Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos y luego a los medios de comunicación, la información relevada del enterramiento.

“Uno de los patrones es el uso de la cal y en la profundidad del enterramiento, este es el segundo que tiene losa, el primero fue el de Amelia Sanjurjo, pero cruzando el arroyo, donde se encontraron a Julio Castro y Ricardo Blanco, en 2011 y 2012, también hubo cal, objetos y textiles, pero no losa”, aseguró la antropóloga. En primer lugar, el entierro es “primario”, no hubo remociones.

A diferencia de Amelia Sanjurjo, el cuerpo no fue depositado en total desnudo. “Si cruzamos el arroyo, a 200 metros, fue hallado el maestro Julio Castro”, dimensiona la antropóloga, para luego indicar que además de los restos óseos, hay unas 200 bolsas más de tierra que pueden llegar a tener algún indicio del enterramiento, “la tierra será tamizada”. Para determinar las violencias que se ejercieron sobre el cuerpo, según Lusiardo, faltan las pruebas del laboratorio. “Primero haremos una radiografía y luego limpiaremos los restos”, detalló la coordinadora del GIAF.

Con respecto a la tapa de bebida, se descarta la posibilidad de extraer muestras genéticas. “No es un elemento de la superficie, estaba en la estructura de cal y cuerpo, porque en el momento la colocaron allí o la tiraron”, ilustró Lusiardo para luego remarcar que el Batallón n.º 14 es una zona de “interés” desde 2005, y que actualmente el equipo técnico trabaja con dos retroexcavadoras en simultáneo, sobre una superficie cautelada de 34 hectáreas. De las que solo diez han sido intervenidas.

 

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