LA DIVERSIDAD OMITIDA
Ana Falú: “las mujeres no tienen un espacio propio, ni en el territorio, ni en el diseño de las ciudades, ni en sus casas”
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Foto: Intendencia de Montevideo

La Intendencia de Montevideo declaró Visitante Ilustre a la arquitecta argentina y activista por los Derechos Humanos, Ana Falú. Desde El Solidario aprovechamos la oportunidad para hablar con ella sobre urbanismo feminista.

Ana Falú es celebrada y bienvenida por la mayoría de las personas que asistieron a la sala Ernesto de los Campos. Mientras camina por los pasillos de la Intendencia de Montevideo (IMM), acompañada por las autoridades de la comuna, responde a los efusivos saludos. Es así, como a la hora de ser homenajeada, tanto el director de planificación, Luis Oreggioni, la secretaria general de la IMM como la directora de la Asesoría para la Igualdad de Género, Solana Quesada, le dedicaron someras palabras a la profesional por su trayectoria y sensibilidad académica. Falú es directora del Centro de Intercambios y Servicios del Cono Sur-Ciudades Feministas (Ciscsa), activista feminista, docente emérita de la Universidad Nacional de Córdoba donde, además de ejercer la docencia, dirige una carrera de posgrado: Maestría de Gestión y Desarrollo Habitacional. También fue coordinadora y fundadora de la Red Mujer y Hábitat de América Latina, y asesora para la Organización de Naciones Unidas. Bajo el título “Abordaje para políticas públicas territoriales con inclusión de género”, las autoridades homenajearon a una visitante de Montevideo, que ha recorrido las calles de nuestra capital con bastante regularidad. Es una de las pioneras en establecer un estrecho vínculo entre su trayectoria profesional y su activismo feminista. “Con sus aportes siempre nutrió a las políticas de la IMM y también nutrió a la producción de conocimiento en la Academia”, remarcó Quesada. “Es una de las pioneras en establecer una visión de la ciudad con perspectiva de género, que antes no era tan frecuente”, la definió, por su parte, Oreggoni. Y será Quesada quien emitirá ante un prominente público: “Ana Falú hay una sola”.

¿Cuáles elementos le parecen indispensables para construir un espacio urbano o una ciudad feminista?

La consideración de las mujeres en sus diversidades. A ver, todas las poblaciones son diversas, pero hay que prestar particular atención a la situación de las mujeres. ¿Por qué digo especial atención? Porque son las que han sido omitidas en las políticas. Al ser omitidas se naturaliza que la política, sea en los espacios, en los servicios, en los equipamientos, en la distribución del territorio, se hacen en función a sujetos neutros para la planificación. Se universalizan sujetos que no representan la diversidad de la sociedad, se universaliza el concepto de familia. Pero en realidad las ciudades se construyen con base en un sujeto que es blanco, joven, productivo y heterosexual. Ese concepto deja a muchos hombres afuera y a casi todas las mujeres.

¿O sea, para construir un espacio urbano feminista se debe partir de la diversidad?

Sí. Desde los hombres negros a los jóvenes mestizos y pobres. Y a las mujeres todas. Las mujeres desaparecemos en nuestras condiciones específicas, en nuestros roles específicos, que van a enmarcar las formas de saber el territorio, y desaparecemos de la política. Son políticas que se desarrollan en clave de neutralidad.

Usted hizo mención en varias oportunidades que las relaciones entre género son constitutivas y se expresan en la conformación del espacio urbano, mientras que este, también contribuye a la reproducción de estas, ¿cómo sería el vínculo entre estas dos caras?

Cuando no se considera a las mujeres en la planificación del territorio o en el diseño o en las propias casas. Las mujeres no tienen un espacio propio en general. Hay un estudio que hizo en la Social School of Economic de Londres, que investigó cómo se usaron los espacios de las viviendas durante la pandemia, mujeres y varones. En particular, madres y padres que vivían en parejas, un universo definido. 

En ese universo de hombres y mujeres con hijos e hijas que se descubre que en los hogares, los hombres ocupaban el lugar destinado para el trabajo. Mientras que las mujeres iban de la mesa de la cocina a la sala del cuarto de los hijos o al del cuarto propio, siempre tratando de encontrar un rincón para poder trabajar y con los hijos e hijas encima de ella. No así los varones. Marcándose así la división sexual del trabajo. 

Las mujeres produjeron, en consecuencia, un 30 % menos que los varones en todo el período de encierro de la pandemia en Londres. ¿Qué te quiero decir? El espacio no está pensado para las funciones distintas de varones y mujeres o la infancia. Tampoco está concebido así en el espacio público. 

Las mujeres, cuando cruzan una plaza de noche, las personas piensan “qué barbaridad como van a cruzar una plaza de noche”. En el constructo social se piensa que las mujeres tienen que estar puertas adentros y que el territorio de las ciudades es un territorio masculino. Esto se construye y se vuelve a reconstruir en las formas de pensar el territorio, reafirmando esa división sexual del trabajo.

¿A los bordes de la ciudad?

Claro. Hay territorios que no tienen calles, no tienen equipamiento. Pero hablamos de territorio porque hay distintas escalas del territorio que refieren a la forma de vivir y de habitar. Cuando vos sentís miedo, tu territorio se contrae. Si camino por acá, como la enfermera que trabaja de noche y sale del hospital, y tiene que caminar para tomar un colectivo, en ese cuerpo-territorio se siente la inseguridad. Después, está el territorio de la casa, que es otra territorialidad. Aquello que te contaba de la investigación de Londres, el lugar que ocupan las mujeres o que ocupamos las mujeres en las casas y el lugar que ocupan los varones, los hijos y los viejos cuando viven en las casas y están a cargo de mujeres en edad reproductiva o activa. Tenemos también la territorialidad del barrio: ¿cómo son las distancias?, ¿cómo son los recorridos?, ¿cómo es la proximidad o el valor de la proximidad? Ahí el territorio del barrio, de la casa y del cuerpo, cada uno en su dimensión y características de como funcionan, se perciben, apropian y unos están relacionados con los otros. No está escindido. 

En otras oportunidades, ha indicado que el miedo regula la vida social, ¿esto también se traduce en el territorio?

Es lo que te estoy diciendo. Un cuerpo con miedo, su vida social está siendo regulada. Porque si tengo miedo dejo de salir de noche. Salgo si tengo una obligación como trabajar. Pero, a veces, las mujeres han dejado de estudiar para no salir de noche por el temor. O dejan de hacer vida política. 

En una de las conferencias que brindó en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, se menciona que uno de los hitos que iniciaron su activa militancia feminista fue en Ecuador, ¿cómo la atravesó ese momento a nivel personal y profesional?

No, mi militancia en el feminismo comenzó antes. 

¿Durante su exilio en Brasil?

Sí. Brasil hace mi cabeza en alguna medida. Las brasileras, en particular.

¿Por su idiosincrasia? 

No, por la influencia del movimiento feminista en Brasil. Encontré ahí de pronto algo que no veía en mi militancia en la izquierda, de la que provengo. Fue interesante nutrirme de esas concepciones y aportes que hicieron, en ese sentido, las brasileras modificaron mis formas de mirar, ver y analizar las relaciones humanas, las sociales y las políticas.

Y a usted misma, me imagino. 

Sí. Era una muchacha con dos hijos en exilio. Entonces, mi vida se marcó por esas situaciones. Y esas condiciones. 

Lo que pasó en Ecuador es que trabajé con organizaciones indígenas, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana y, también, con grupo de colonos. Diseñamos y construimos una ciudad indígena, todas con componentes de madera. 

Pero pensando en lo que hoy está tan en boga, que en aquel momento era una rareza hacer vivienda de madera era cosa de pobres, nosotros hicimos un diseño y ganamos el primer premio de Región Andina en sistemas constructivos de vivienda. 

Trabajé mucho con mujeres, porque los hombres se iban al medio de la Amazonia, los llevaban en avionetas, para trabajar en la Shell y venían una vez cada tres semanas a visitar sus familias y las mujeres eran las que hacían todo. Hacían los bloques para los muros, corta fuego, estaban en la autoconstrucción, cuidaban a los hijos, iban a trabajar y ahí empecé a reflexionar en esta división del rol de las mujeres, que no era el mismo que el de las familias. La mujer por sí misma, que hacía todo lo que hacía y ¿por qué son ellas las que se ocupan de todo? Y lo hacían porque se sentían responsables de sus hijos. Mucho más que los varones. 

Tras tantos años de trayectoria en el urbanismo, ¿cómo ve la experiencia del cooperativismo de vivienda por ayuda mutua?

Estoy feliz con lo que está pasando con FUCVAM hace varios años. Incluso en las capacitaciones que damos siempre citamos el caso de la Federación como un ejemplo. Digo, en términos de reconocimiento del rol de las mujeres dentro de la Federación, pero, también, en cómo las mujeres están trabajando estos temas.