MUJERES EN LA DIRECCIÓN NACIONAL DE FUCVAM
Alicia Puyo: “Las mujeres en las cooperativas ponen hasta lo que no tienen, laburan mucho pero después no pueden valorar que tienen capacidad para más”
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Foto: Gustavo Castagnello

Tras dedicar 18 años a la construcción de COVIZONA 9 y de dirigir gran parte de su militancia a la Dirección Nacional de FUCVAM, Alicia Puyo advierte que existen problemas a la hora de concretar redes entre mujeres y que pese a que el número de mujeres trabajando y militando en FUCVAM ha aumentado, aún faltan esfuerzos para que las mujeres puedan apropiarse del espacio político.

Alicia Puyo es hija de la salteña y empleada doméstica, Gloria Pedrozo y del funcionario de UTE y expreso político por su militancia en FUECYS, Cándido Puyo. Tiene cuatro hermanos: Ana, Miriam, Sergio y Heber. Ella es la tercera o, a su decir, es “la del medio”.

Alicia habitó sus seis primeros años de vida en el Prado. Luego de la década hasta los 16 años vivió en Buceo, su “barrio favorito”. Su padre fuera un preso político de la Laguna del Sauce. En 1979, su padre fue destituido de UTE por la dictadura militar.

Cuando Alicia terminó su etapa educativa, primero cursando toda la escuela en una institución privada y luego secundaria en el IAVA, empezó a laburar en empresas de limpieza hasta que luego comenzó a ubicarse en el rubro de laboratorios de medicamentos. Si bien, al principio, la cosa parecía más zafral que mensual, en el rubro de medicamentos pudo estabilizarse.

Después, en épocas de auge de neoliberalista conoció su compañero, Luis Cunha. Con él crió a sus dos hijos varones: Rodrigo y Sebastián. “Mis tres hombres”, comenta con orgullo mientras muestra que conserva esa habilidad de decir mucho con poco, así y concreta, como una vieja oficiante de la limpieza.

Cuando relata su propia trayectoria de vida, Alicia la divide por períodos laborales. Algo que culminó en 2007 cuando, por problemas de salud, comenzó a ser tempranamente jubilada. Un proceso que inició con un accidente con fractura expuesta y culminó siete años después cuando, laburando en una fiambrería, y con dos operaciones encima, no podía resistir. Tras la segunda y consecutiva intervención quirúrgica el pie le quedó rígido.

Obtuvo de 2009 a 2012, detalla Alicia, una pensión transitoria. Un buen día la junta medica le comunica que el mal posicionamiento le estaba haciendo un “empuje imponente” a, nada más ni nada menos, que la columna. “Ahí me salió la jubilación por discapacidad”, aunque para despuntar el vicio del trabajo, de vez en cuando, cuida niños. “Para no quedarme quieta”, se explica.

A FUCVAM la conoció durante ese extenso interín burocrático. Puntualmente en 2007. Integró primero la cooperativa COVIZONA 9 del barrio Alfredo Zitarrosa. Alicia era una militante activa. Iba a las marchas, a los plenarios. Su primer espacio militante fue la ENFORMA. Diez años después comenzó a integrar la Dirección Nacional.

“La cooperativa era para 30 núcleos pero ahora andamos por el socio 135, si habrá pasado el tiempo”, se asombra Alicia. Sobre sus pasaje en FUCVAM, ella vuelve a asombrarse: “¿Son 18 años? Sí, fueron 18 años”.

De su primera época, período que culmina en 2015, Alicia recuerda que la convocaban las marchas, le encantaban los actos que la Federación celebraba en el Palacio Peñarol, y todas esas cosas que poco a poco la fueron “atrapando” y “generando un sentido de pertenencia”. También en ese período comenzó la etapa de obra de su cooperativa.

En la segunda época comenzó a integrar ENFORMA, donde conoció “a excelentes compañeros y aprendí mucho sobre la gestión cooperativa, las comisiones, y las nociones sobre las cuestiones cooperativas pero un poco más detallado y con casos puntuales. Ahí entendí bien cómo ser fiscal, cómo hacer una Asamblea, me sirvió mucho”, relata Alicia.

En 2017, pasó a ocupar el cargo de tesorera en la Dirección Nacional. “Fui aprendiendo a los ponchazos. Es una responsabilidad muy grande. Igual siempre lo he dicho, valoro el equipo que hay en la administración. Valoro toda la ayuda que me han dado muchos los funcionarios en un montón de temas. O sea, siempre digo y lo voy a decir hasta lo último, aunque me vaya. Esto no lo hice sola. Tuve muy buenos compañero, es una de las cosas que más rescato, que siempre me han guiado los funcionarios de FUCVAM, siempre me han apoyado”, resaltó la dirigente cooperativista.

Pese a que esta responsabilidad le generó a Alicia el sentimiento de manejar las finanzas de “una cooperativa inmensa”, según dice, siempre estuvo consciente de que su rol “es para estar para las cooperativas, no somos más que nadie, simplemente representamos al resto”.

Cuando se presentó en “aquella ola de mujeres” en 2017, a la Dirección Nacional, la llamó Alicia Maneiro, actual presidenta de CUDECOOP. Lo habló en su casa primero. Lo comunicó a su cooperativa después. En la Asamblea Nacional, consultó a la Federación. Obtuvo 145 votos. Y asumió el compromiso: “tuve que entrar a aprender, seguir siendo yo y cumplir la tarea”.

 

¿Qué pensás del hecho de que hayan siete mujeres integrando la Dirección Nacional?

Cuando entré éramos cuatro. Alicia Maneiro, Fanny Campanella, Silvana Díaz y yo. Después, durante el segundo período, entraron Sandra Vargas e Isabel Zerboni. Silvana, en ese entonces se tuvo que bajar, y volvió ahora cuando entraron dos compañeras más: Silvana Lamas y Valeria Silvera. Me parece bueno que haya mujeres en todos los ámbitos. No somos la mayoría pero andamos en la mitad.

El tema es que, a veces, nosotras, las mujeres, no somos conscientes de cómo podemos cambiar las cosas y revertirlas. No digo que el empoderamiento es llegar de pesada y hacer lo que se me canta. Pero noto que, a veces, somos islas que no logramos congeniar.

También se perdió la presencialidad. Es una critica que llevo haciendo hace años, las reuniones por Zoom los lunes, es divino, macanudo, pero no acerca y no deja profundizar. Te saca de un apuro, pero no generás vínculo con el compañero.

Por ejemplo, nosotras, las mujeres, somos siete, dos del interior. Nosotros acá en Montevideo no logramos congeniar, ni compartir, ni tener una línea de trabajo en común. Y nunca nos hemos preocupado por eso, tomo mi parte de la culpa también. Pero esta bueno pensar en qué pretendemos de FUCVAM, cómo lo podemos mejorar o sugerir algo. A veces, nos cortamos solas. Y me incluyo.

¿Qué destacarías de tus compañeras de militancia en general, dentro del cooperativismo, y de tus compañeras en la Dirección?

En general, de las compañeras de todas cooperativistas, la voluntad. Esa manera de ser que tienen la mayoría de las mujeres, lo vi en mi cooperativa en obra, lo he visto en compañeras en las Asambleas, en otras cooperativas; que van para adelante. No se quedan a esperar, son de armas tomar. Van, hacen preguntas y se mueven. Incluso más que los hombres. Los hombres son más racionales, tal vez, piensan mucho. Pero la mujer va y se tira al agua, aunque le vaya mal o bien, se tira al agua.

Cuando pasa algo, nos unimos y defendemos a la compañera. Hay esa empatía que se mantiene en el tiempo. No se ha perdido. Eso es lo que rescato a nivel cooperativismo, de las cooperativistas.

De mis compañeras de la Dirección Nacional, todas tienen algo bueno. El tema es que no lo hemos sabido explotar. Lo ideal sería que las que se queden, porque yo en junio me estoy yendo, traten de unificarse. No solo estar en contra de todos, sino que valoren el trabajo de la compañera y que le den su lugar.

¿Qué le dirías a una mujer cooperativista de vivienda por ayuda mutua que recién esté empezando?

Desde mi experiencia, desde que entré a COVIZONA 9, tengo una cantidad de anécdotas. Porque siempre fui a preguntar. Eso creo que les diría, que no se queden con las dudas, que traten de preguntar, que se integren y que se tengan fe.

Por ejemplo, en mi cooperativa, integré la subcomisión obra, fui fiscal y directiva. Durante esa etapa de obra, vi como las mujeres trabajan pila, porque ponen lo que no tienen pero después no valoran que tienen capacidad para más.

Después de la obra, no sé si por actitudes de comodidad o de egoísmo, dejamos que los hombres ocupen los cargos. Porque dicen siempre eso de que el hombre tiene más tiempo. Es mentira. El tiempo se lo hace cada una.

Esto es una anécdota personal, pero la cuento. Cuando era joven milité en el Frente Amplio en el Partido Comunista, en la Juventud. Nació Rodrigo y ahí decidí que mientras mis hijos fuesen chichos yo no iba a militar. Fue una decisión muy importante que nadie me la impuso.

Después, cuando ellos ya eran adolescentes, me agarró la obra de la cooperativa y la militancia dentro de FUCVAM. Esa libertad la tengo dentro y fuera de casa. Por suerte, mis tres hombres jamás me cuestionaron. Creo que, a veces, va más allá del espacio que no nos dan, sino que nosotras las mujeres tampoco lo buscamos.

Si bien es cierto eso que pasa y que tenemos que tratar de entender en cuanto a facilitar los horarios de reunión. Ser flexibles en los horarios y no emperrarnos con un solo día, para dar el tiempo a las compañeras. Eso ya lo hemos hecho en la Dirección, lo hacemos en las cooperativas, en las comisiones y en todos lados. Entonces creo que hay algo de que si no nos unimos todas, no nos respetamos entre compañeras, que se mezclen, que se integren.

Porque capaz que hay compañeras que vienen como diez veces al mes pero ni les conozco la voz. Eso hay que romperlo. Por eso vuelvo a lo mismo: a veces no valoramos a la otra compañera. Somos competitivas entre nosotras. Y muchas compañeras prefieren ponerse debajo de un hombre en una lista, por ejemplo, porque así se sienten más seguras.

Y ahí, en ese momento, rompes el discurso hacia fuera por dentro. Yo no persigo caudillos. No estuve bajo el ala de un hombre, ni en mi cooperativa, ni en la Dirección Nacional, ni en ningún lado. Y no compito con las mujeres. Si veo que hay una reunión o evento siempre intento proponer el nombre de una compañera. Como en el Espacio Colabora, como en los actos en el Platense, como las Directivas en el interior.

Porque sino siempre hablan los mismos y no me parece que deba ser así. Porque somos siete. Pero son los hombres los que se ven. Pero hay que estar ahí. No tengo nada en contra de los hombres que se ven, pero nosotras también necesitamos del espacio. Si no avanzamos, si no damos discursos, si no estamos ahí, es como dejar la revolución, en palabras hermosas pero en los hechos no se da.

 ¿Qué es lo que te motiva a seguir militando?

La sociedad. FUCVAM, por suerte, lo aprendí mucho más adentro, no abarca solo el tema de la vivienda. Estamos comprometidos con un montón de temas y eso para mí es un orgullo.

Más allá de la diferencia que pueda tener o no con el funcionamiento de algunas cosas, creo que somos de las pocas organizaciones que no tenemos ningún problema de pronunciarnos si pasa algo injusto. Con el genocidio palestino, por ejemplo, sacamos un comunicado para expresar nuestro punto de vista. Eso, para mí, es fundamental. Y tratar de que todos tengan acceso a la vivienda, evidentemente, para mejorar la calidad de vida.

En mi caso, entré a mi cooperativa para tener un techo para mi vejez. Mis hijos, después, verán. No tengo eso de querer dejarle la casa a mis hijos. No tengo eso de dejarles la herencia. Pero si que todos tengan el derecho a una vivienda. Porque eso es una seguridad. Y más para la vejez. La casa es la tranquilidad, el no quedar ahorcada por las circunstancias, con un techo que no se llueve, en una casa donde no se pasa calor, ni frío, donde tengo un espacio para estudiar, estar sola y estar tranquila.

Me gustaría que el sistema cooperativo sea un poco más abierto, porque noto que si no tenés hijos, como que no están tan abiertos al encuentro. Si sos persona sola o con pareja… Las cooperativas priorizan. Esta bien. Pero la sociedad ha cambiado mucho, ya no es el casamiento, los hijos y la familia estructurada. Eso está quedando por el camino. Creo que es momento de tratar de que el sistema cooperativo sea más abierto para que sea para todos el acceso.

¿Cómo te definirías como militante o como dirigente?

Normal. O sea, milito con convencimiento. Siempre que puedo seguir una charla y hablo sin imponer. Pero siempre trato de poner sobre la mesa un montón de temas, con la sociedad, con los amigos, con la familia. Para hablar de la realidad y de lo que nos pasa. Como dirigente, un rol que tengo que cuidar y desempeñar lo mejor que puedo. Pero desde el convencimiento de que somos iguales. Entonces, me siento una cooperativista más.

¿Qué cualidades creés que tenés como militante? ¿Y cuándo pensás que las adquiriste?

Como militante siempre fui muy directa. Lo fui toda mi vida y eso me ha costado mis buenas lágrimas. Pero considero que soy empática y consecuente. Trato de ser lo más justa que puedo, por más que aprecie mucho a una persona, si considero que la pifió, se lo digo. He perdido amistades por eso. Algunos lo entienden, pero otros no. Trato de ser siempre como me gustaría que sean conmigo: lo más honesta posible. Mido a todos con la misma vara. No digo que sea perfecta. Pero me gusta saber que si bien algunos tienen más capacidad que otros, todos somos iguales y tenemos algo para dar. Y me gusta ayudar a mis compañeros para que crezcan en su perfil.

¿Para vos qué es el 8M?

El 8M para mí es una reivindicación que lleva no años sino siglos. Creo que, por suerte, se han ido conquistando espacios. Lo que aún a mí no me cierra, lo he dicho muchas veces, he ido a las marchas del 8M, pero no me siento cómoda, ¿por qué no me siento cómoda? Porque entiendo que si queremos cambiar la sociedad machista, que las mujeres en su inmensa mayoría tenemos algo de machismo por la sociedad que vivimos, por cómo  fuimos criadas, pero eso de que insulten no me va.

Creo que las mujeres también somos violentas, y ese discurso no lo voy a cambiar nunca, ¿en qué somos violentas? Tal vez un hombre me da un piña y me tira al piso, tiene más poder, y las mujeres no tienen la fuerza física de un hombre. Nos matan sí. Eso no lo discuto.

Pero psicológicamente somos muy malas. Hemos destruido familias, somos malas con nuestros hijos, con algunos adultos. Las mujeres no somos santas. En mi casa, igual, las tareas siempre estuvieron repartidas. Y mis hijos aprendieron lo mismo. Eso de que la mujer tiene que quedarse a hacer las cosas en la casa, es cierto, no lo viví.

Pero si nosotras queremos cambiar a la sociedad no podemos sacar a los hombres para afuera. No en el espacio puntual del 8M. Porque ese día es un día de festejo en donde las mujeres marcamos nuestra presencia. Pero sí el resto del año.

El resto del año hacer talleres, que ellos escuchen, que vean como nos afecta el sistema. Porque, al menos, para mí si no me dicen “Alicia estás haciendo tal cosa mal”, yo no me entero y no voy a cambiar. Me parece que eso es lo que nos falta, más allá del 8M. Pero me encanta que se marque presencia ese día, que la mujer no se calle, que nos vean, acá en Uruguay y a nivel mundial.

El resto del año podemos trabajar para que el hombre entienda que el respeto va y viene. Pero si queremos que la sociedad cambie los tenemos que involucrar. No en el 8M, te repito, pero en otras instancias sí.

Hasta acá fueron mis preguntas. No sé si tú querrías agregar algo que te parezca relevante, que se me haya pasado de largo en la entrevista.

Como conclusión, que ojalá siga creciendo FUCVAM, ojalá que las compañeras vuelvan a integrar la Dirección, que vuelvan a salir electas este año, que ojalá que sean más, que tomemos conciencia, y tomen conciencia de que somos todas necesarias.

Admiro todo lo que es FUCVAM, más allá de las cosas que tenemos para mejorar. Aceptemos las críticas porque, aunque nos cueste, es donde se aprende. No somos dueños de la verdad. Tenemos que recuperar esa humildad de escuchar el reclamo de la gente. En las Asambleas, en particular, donde se da esa famosa catarsis.

Porque capaz que ahí la gente nos esta planteando algo que es un problema puntual con un perro. Pero para ellos es la vida, es importante. No son cosas tontas. Tenemos que lograr ese ida y vuelta. Tener la capacidad de escucharlo, de recoger de ellos la experiencia, no solo para nosotros, sino más allá de lo político. Escuchar es necesario y fundamental. Hay que tener la cabecita más en tierra y en el territorio, como se dice ahora.

Que la gente sepa que no todo es Montevideo. Que no nos vayamos corriendo del interior. Porque la gente ahí siempre se queda con ganas de algo más. ¿Dónde está el ida y vuelta sino? Que sepan que estamos por y para ellos. No solo se puede bajar línea de la Dirección Nacional.