VIVIENDA POPULAR
Delegación peruana visita cooperativas de FUCVAM para conocer el modelo
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Foto: Equipo de Comunicación FUCVAM

Líderes cooperativistas de Perú e integrantes del Centro de Investigación, Documentación y Asesoría Poblacional (CIDAP), visitaron varias cooperativas de vivienda por Latinoamérica y, algunas, fueron de FUCVAM.

El itinerario de la delegación, integrada por Rosa Soto, Margarita Monforte y Mary Ramírez, fue bastante completo. Si bien la idea era conocer cómo se desarrollaban las cooperativas en el centro histórico de Montevideo, no faltaron los intercambios con referentes, en sus tres días de visita. En la capital de Perú, Lima, los lugares disponibles para poder reciclar, como cimentar viviendas de acceso para las clases populares, podrían tener lugar en el casco histórico de la ciudad. “Así como Ciudad Vieja”, aclara la arquitecta peruana Silvia de Los Ríos, quien asesora a las líderes. 

Así fue estas tres líderes del movimiento cooperativo en Perú, junto a la arquitecta de los Ríos, y un ingeniero también integrante del CIDAP, Moisés Ríos, conocieron: COVIUN, 28 DE JUNIO, COVICIVI, LA KOLONIA, COVIREUS y COVICORDON. En paralelo, la delegación mantuvo reuniones con el abogado de FUCVAM, Fernando Delgado, para conocer el marco jurídico uruguayo, para detalles sobre la historia de la Federación, se reunieron con el secretario general, Gustavo González y con integrantes del Departamento de Asistencia Técnica, el ingeniero civil Benjamín Nahoum y el arquitecto Federico Carrizo, para conocer los problemas técnicos que tienen actualmente las cooperativas. Con anterioridad visitaron a algunos movimientos cooperativos de Argentina, el distintivo de la FUCVAM es tener un espacio como la Escuela de Formación. La idea es poder trasladar el modelo a Perú viendo, en definitiva, las concreciones de la ayuda mutua. 

COVIREUS

El paso de Rosa por las calles es el más ligero. Con la tranquilidad uruguaya tienen que acompasarse a otro ritmo: apenas se llega pisar Gonzalo Ramírez y ella te pregunta cuánto falta desde la otra esquina. Mary es rezagada y Margarita, una fanática de los cementerios que regala llaveros en forma de llama. 

La arquitecta y el ingeniero aseguran que en la capital peruana, dónde quieren desarrollar el cooperativismo de vivienda, viven nueve millones y medio de habitantes en altura. Casi el 29.7 por ciento, de una población de más de 32 millones. Ambos, por su parte, aseguran que desde la presidencia de Alberto Fujimori, Perú afianzó una cultura bastante neoliberal, lo que lleva a que el acceso popular a la vivienda y el cooperativismo, sea apenas un compromiso político. Gracias a la prisa de Rosa, en cinco minutos la delegación llega a Isla de Flores y unos tres cooperativistas los reciben en COVIREUS. 

Sobre la intersección con San Salvador se ubican tres edificios que albergan a 192 familias. COVIREUS ocupa dos manzanas. Es la segunda cooperativa ubicada en área céntrica, la primera fue COVICIVI y la delegación ya la conocía. 

Mientras Zulma abre el mobiliario, Fernando nos cuenta la historia de la cooperativa. Esta cooperativa se originó de tres sindicatos, que nuclean metalúrgicos, maestras y gaseros, COVIREUS, nace en octubre de 1997. También se incluyeron vecinos desalojados en las pensiones de alrededor. Diez años de espera para acceder al terreno. 

Dentro del marco de políticas de Tierras que desempeñaba en ese entonces la Intendencia de Montevideo, bajo la gobernanza de Mariano Arana, un predio ubicado entre la Isla de Flores, Ansina, Minas, San Salvador y Lorenzo Carnelli es cedido en custodia a FUCVAM. 

La cooperativa hoy ocupa dos manzanas.efectiviza a finales de 2006. La política de la comuna implicó expropiar predio por predio para brindar espacio a las cuatro hileras de apartamentos, de las que hoy tres son de la cooperativa. Tras años de obra con mano propia, la cooperativa se inaugura en 2013.

La obra

Como en el salón comunal se va a realizar un evento y, se espera a que el tercer integrante, Roger, llegue con la llave de uno de los apartamentos, el intercambio entre líderes peruanos y referencias cooperativistas uruguayas, se da en el medio del patio. Allí, paralelamente, se yerguen dos edificios de seis pisos. Una anacahuita de unos diez años acompaña la escena, al igual que el sonido de las cotorras que se encuentran comiendo coquitos encima. El viento de la rambla a unas pocas cuadras no sopla gracias a la altura edilicia.

Algunas ventanas, al estilo francés, según puntualiza De los Ríos, se ubican en los últimos pisos intentando conservar el estilo de un hotel derrumbado en la Dictadura uruguaya. Durante ese período unos obreros fueron violentamente desalojados del predio, básicamente, para evitar reuniones. Conservar ese bastión requirió que el propio Arana, según cuenta Fernando y reafirma Roger, tras conceder el predio, décadas después, viajará a Andalucía, España, con la intención de obtener fondos y reciclar el edificio abandonado. Pero sus intentos se vieron frustrados y hubo que derribarlo. Los y las cooperativistas, junto al asesoramiento técnico del DAT e instituciones de asesoramiento técnico privadas, conservaron algo de la estructura. 

Uno de los edificios conserva toda la estructura, pero no es de la cooperativa y fue concedido a otros “vecinos del barrio” que habían sido desalojados de pensiones. Es pequeño y, por supuesto, caro de ejecutar a mano propia. La obra de los edificios cooperativos duró cinco años y la experiencia dejó también su propia historia. 

Las preguntas de las líderes peruanas, tras su visita a varias de las cooperativas de FUCVAM, apuntan a cómo ocurre el proceso de construcción y cómo se va desarrollando la vida de la cooperativa. Las respuestas de los cooperativistas uruguayos informan desde cómo se repartieron las 21 horas semanales de construcción, qué situaciones familiares implican apuntar a reforzar la ayuda mutua o la contratación de personal, hasta cómo mengua la participación de los y las cooperativistas tras la concreción de la obra. 

“Los cooperativistas siempre dicen la verdad”, puntualiza la arquitecta para preguntar sobre la realidad del traslado del modelo a las futuras generaciones. Eso divide al grupo de tres en dos. Zulma contesta que las generaciones más jóvenes van obligados a “los talleres de convivencia”, para luego poder lograr disfrutar de los espacios. “Acá adentro es una mentalidad, pero allá afuera que se apunta al individualismo es distinto”, asegura.  Aunque hay una decena de bicicletas desperdigadas, los gatos no pueden pasearse por el patio libremente. Roger es más entusiasta y afirma que hay muchos ejemplos de infancias que crecieron en cooperativas y formaron otras. 

COVICORDON

Tras una esporádica visita a la tumba de Mario Benedetti en el Cementerio Central y una breve recorrida por Gonzalo Ramirez, la delegación peruana llega a pie a la segunda visita del día y, también, la última del itinerario. COVICORDON surge de un grupo de vecinos de Cordón a quienes se les adhieren algunos integrantes del sindicato de lácteos y pasan a formalizar la personería jurídica en 2001. “Por eso el nombre”, aclara Leonardo un docente que integra a la cooperativa ubicada en Barrio Sur desde sus inicios. 

 El predio fue concedido a la cooperativa, tras seis años de espera y trámites en 2007. Leonardo ingresó en 2010. De los socios fundacionales quedan pocos. Cuando ingresaron junto a su compañera, la cooperativa ya estaba en obras. Para aprobar un proyecto edilicio el Barrio Sur, la cooperativa mantuvo reuniones con la Agencia Nacional de Vivienda y la Intendencia de Montevideo. La construcción en el barrio sur implicaba consideraciones patrimoniales. En 2011, acceden al préstamo y logran escriturar el proyecto. Finalmente, comenzaron a habitarla en 2005. Hoy viven allí 52 familias. 

La obra

El salón comunal se comenzó a construir en el patio pero tuvo que cambiarse de lugar, y hoy un salón de igual altura que el edificio, es protagonista de cumpleaños, asambleas y plenarios de comisiones. Los mismos cooperativistas organizaron talleres de aluminio para el marco de las ventanas. Otros hicieron talleres de electricidad. Es, también, el lugar donde se da la primera charla. Las vigas del techo, que llegan a la altura del edificio de tres pisos, fueron rellenadas a balde. 

En la hilera de apartamentos de la planta baja, juegan algunas infancias, y un niño le pide a Margarita si puede obtener otra llama para su prima. 

Mientras recorren un patio rectangular repleto de plantas y medios tanques, Leonardo explica, de vez en cuando, algunos errores de cálculo e informa sobre el monto de la construcción. También indica cómo se desarrollan las discusiones asamblearias: “todo era un tema de discusión y es interesante, desde el color de las baldosas del piso, hasta el color de la reja así como el rol que las mujeres desempeñan en la obra, algunas sugirieron que podían participar de más actividades de las que se le asignaba, había un capataz de obra que nos enseñaba”. 

Las 21 horas de ayuda mutua solían ser, en la mayoría de los casos, los fines de semana. Y para aquellos núcleos con solo dos manos o ninguna, como pueden ser jubilados o pensionistas, se solían solventar con horas concedidas por cooperativistas, “por ayuda mutua”. Uno de los apartamentos quedó vacío, una señora murió y sus hijos no quisieron ser usuarios de la vivienda. 

Hubo problemas en la construcción y eso atrasó la obra, “pero finalmente se logró y es una enorme alegría” afirma el docente, quien durante la obra se trasladó desde el Cerro junto a su compañera. Hoy tienen una infancia que juega tranquilamente con otras de la cooperativa. 

El tercer piso, al que se accede por ascensor y que está incluído en los gastos comunes de la cooperativa, tiene un diferencial: una terraza con vista a la rambla y se ve a lo lejos la cúpula del Palacio Salvo. Las y los cooperativistas al momento de construir, según informa Leandro, no saben con cuál apartamento se van a quedar y la designación de lugares se concreta por sorteo. “Para que todos le pongan el mismo empeño a cada casa”, aclara. 

Al final del recorrido el docente, tras tener la oportunidad de realizar un racconto de la historia de la cooperativa, advierte cuán involucrado estuvo en la experiencia. “Al contarlo así uno se da cuenta de todo lo que vivió por tantos años y se da cuenta que fue una buena decisión”, dice pensando en su hijo mientras se desplaza hacia el ascensor y una de las visitas menciona la vista desde el tercer piso apunta a las entrañas del cementerio central. Leandro cita una canción de Alfredo Zitarrosa, quien vivía cerca de allí también, luego de bromear con que son los “vecinos más tranquilos”. Y, por supuesto, esta vez sí las líderes peruanas sabían de qué referente cultural uruguayo se estaba hablando.